Marsella y la huella perdida de los arcanos del tarot

Marsella y la huella perdida de los arcanos del tarot: apuntes de viaje*

Por Alicia Vidal

Una de las primeras cosas que aprendí al comenzar a estudiar tarot es que la versión más tradicional y difundida del mazo llevaba el título de la reconocida ciudad portuaria del sur de Francia.

Desde entonces quise saber cuál era la relación de sentido entre el tarot y Marsella ya que lo más común era escuchar que se hablara del Tarot de Marsella como el genérico de todo ese mundo esotérico a develar.

Si bien hay mucho escrito sobre los orígenes del tarot, también hay mucha diversidad de teorías y pocas certezas. Y si queres saber más sobre mi propio recorrido con el estudio del tarot te invito a leer mi propio libro Del Loco al Héroe: la ventura del Tarot

Pero, siguiendo con el tema, las conjeturas nos llevan a diferentes tiempos históricos y culturas, desde Egipto hasta China, desde los gitanos hasta los masones, desde los maestros sufíes hasta los albigenses. Pero, sin embargo, hay cierto consenso sobre la vinculación del tarot, al estilo del que conocemos hoy, con el norte de Italia. El hallazgo, a principios del siglo XX, de un mazo conocido como Visconti Sforza, creado en Milán, circa 1451, fue clave como referencia. Más que nada era un juego de cartas de lujo en honor a ciertas figuras de la corte y era un divertimento exclusivo para los nobles de la época. Con el tiempo, este juego, logra cierta popularidad y hasta llega a las tabernas.

Se estima entonces que fueron los soldados franceses, que formaban parte del ejército que ocupó el ducado de Milán en tiempos de Luis XII   quienes llevaron el tarot a Francia y de allí se diseminó por el resto de Europa.

Pero, dentro de Francia, ¿por qué Marsella y de dónde viene el apelativo de origen?

La propia Marianne Costa, una de las grandes maestras y estudiosas del tarot, plantea la inquietud en su libro “El Tarot paso a paso”, pag. 51, “Entre 1450 (fecha promedio de los Tarots Visconti-Sforza) y el primer tarot considerado como parte del estándar “de Marsella” alrededor de 1650, hay dos siglos casi desérticos, los cuales nos obligan a tratar la cuestión de la evolución del tarot con precisión y con prudencia.”

Ese salto en el tiempo hasta llegar a la consideración del Tarot de Marsella como el más prototípico se llena sin embargo de algunas conjeturas que indican que hubo una gran producción de mazos en tierras francesas.  Y hasta se destaca la ciudad de Lyon como la más proactiva en ese terreno. Pero, aun así, fue el nombre de Marsella el que se popularizó.

Y otra vez, apelo a las consideraciones de la gran maestra Costa, ibid. “Poco a poco va a emerger un estándar de representación estable a partir de los tarots de fabricación francesa. El siglo XIX lo bautizará “Tarot de Marsella”, pero esta apelación solo remite al hecho que Marsella, en esa época, era el centro de producción más importante. En realidad, no sabemos exactamente en dónde nació este Tarot, ni quien fue su primer autor. Lo que sí sabemos es que fue copiado y reproducido por decenas de maestros carteros entre el siglo XVII y el siglo XX.”

Pero, en mi imaginario lo de Marsella se asemejaría a una suerte de sello de origen equivalente al que se les da a los vinos, los quesos o cualquier otro producto propio de una región.

Así que, como parte de mis motivaciones viajeras tienen que ver con seguir el camino del tarot, me propuse visitar Marsella para descubrir los rastros de los arcanos en vivo y en directo. Algo que de por sí parece evidente que no resulta fácil de descubrir ni en los múltiples libros de tarot que consulté ni mucho menos en las guías turísticas de la ciudad.

La primera oportunidad que tuve de ver Marsella en vivo y en directo, aunque sea por unos minutos, fue cuando aproveché unos días libres post Festival de la Publicidad de Cannes (que vengo cubriendo como periodista desde hace varios años) y decidí emprender un viaje hacia Saintes-Maries-de-la-Mer, una ciudad que también estaba rodeada de misticismo.

Para llegar de Cannes a Saintes-Maries-de-la-Mer por tren la parada en Marsella era inevitable. Y así fue como el primer contacto directo con esa ciudad, y que recuerdo con mucha emoción, es una selfie que me tomé desde lo alto de la estación ferroviaria con al clásico Tarot de Marsella en mano.

Alicia Vidal estacion de Marsella junio 2016
Mi primera selfie en la estación de tren de Marsella en junio 2016 con el mazo de tarot

Y también saqué alguna que otra foto de los carteles que decían Marsella para completar este primer álbum de la ciudad portuaria llena de misterios por descubrir.

La carta de El Loco del mazo de tarot en la estación de tren de Marsella.

La segunda vez que pisé Marsella ya me lo propuse como un tour del día, siempre partiendo desde Cannes y en tren. El trayecto no lleva más de dos horas y media por lo cual es factible salir por la mañana y regresar a la tardecita, más en verano. Es que justamente el Festival de Cannes se realiza en la tercera semana de junio así que calza justo con la temporada estival en el hemisferio norte. Esta segunda vez, ya fui munida de algún detalle de dónde poder ubicar algo relacionado con el tarot.

Tenía dos misiones básicas para cumplir: visitar la iglesia Notre-Dame de la Garde que se encumbra en lo alto de una colina y es una marca insignia de la ciudad (de hecho, en la serie “Marsella” de Netflix aparece con frecuencia como lugar emblemático) y descubrir algún lugar que se vinculara con el tarot.

Lo primero, que era la visita a la Basílica lo dejé en segundo lugar, así son las prioridades locas de un viaje con misiones especiales y únicas que solo tienen sentido para uno. Corría el riesgo de no tener tiempo de llegar a ver una de las vistas más alucinantes de la ciudad y sin dudas, la más prototípica de cualquier postal marsellesa (¿será posible que recién ahora caigo de la importancia de este lugar ya que en su honor se hizo el mismísimo himno francés?).

Así que, munida de mis apuntes, que indicaban una dirección en el centro viejo de la ciudad donde supuestamente había funcionado una de las editoriales más famosas del tarot, me dirigí con planito en mano y datos móviles en “on” para descubrir lo que yo creía sería una joyita.

Según me había documentado, en la esquina de Rue d’ Aubagne y Rue Meolan et du Père Blaize funcionaba históricamente una fábrica de naipes conocida como Casa Camoin.

Y, en ese lugar, en 1760, Nicolás Conver creó el mazo que se impuso en el siglo XX por la publicación del “Ancient Tarot de Marseille” de Paul Marteau en 1930. Así fue como Marsella, por ser ciudad puerto recibe la tradición y la disemina con más fuerza en Europa donde ya existía el mazo Visconti proveniente del norte de Italia.

Esta versión es la que se disemina por toda Europa, gracias a la gran cantidad de “carteros” (fabricantes de cartas) marselleses y por la calidad de ciudad puerto que la ponía en contacto con gente de todos los confines del mundo.

Así se forjó la tradición del Tarot de Marsella y esto se reforzó cuando uno de los herederos de la familia, Philippe Camoin, produjo un nuevo mazo basado en los modelos originales de la Casa Camoin junto al célebre Alejandro Jodorovsky.  Este trabajo de compilación y recupero del tarot original de Marsella es comentado y divulgado en uno de los libros más clásicos para la introducción al tema: La Vía del Tarot por Alejandro Jodorovsky junto a Marianne Costa.

Pero, volviendo a las callecitas de Marsella.

Allí iba cual si fuera a encontrarme con una de las maravillas del mundo. Pero… y (debo reconocer que me la veía venir porque para sonsacar algún dato certero de esta ubicación había leído infinidad de reportes y libros sobre la historia del tarot), todo no era más que una ajetreada esquina de la ciudad viviendo a tope el clima veraniego que les permitía disfrutar de tomarse un trago en las afueras de los locales o aprovechar para salir de compras.

Miré una y otra vez la dirección que tenía para ver si no había errado, pero no, efectivamente esa era la esquina donde supuestamente se inició gran parte de la tradición del tarot de Marsella. Y ahí lo único que encontré fue la Pizzería Chez Sauveur, que por cierto también tiene su historia ya que fue fundada en 1943, pero nada comparable con “mi querido y misterioso tarot”.

Cuando me convencí de que ese era “el lugar” acudí a buscar una de mis cartas preferidas, La Estrella, y saqué una foto de la carta con la esquina de fondo, y “c’est tout”. Hasta me daba cierto pudor sacar mi mazo de cartas en el medio de un ambiente que en nada referenciaba al tradicional juego de arcanos.

Ahí terminaba mi “tour del tarot” por Marsella… Sentía una mezcla de excitación por lograr llegar “al lugar” que era clave en la historia del tarot y a la vez una decepción por no encontrar siquiera un cartel, ni una chapita, algo que diera cuenta de algo así como “aquí se imprimían los primeros mazos del tarot de Marsella”.

Pero, bueno, nada de eso encontré. Solo había una pintoresca esquina del distrito antiguo de Marsella atiborrada de gente que iba y venía.

Creo que se asemeja a la sensación de algarabía al ir a ver a un ídolo y luego, al conocerlo personalmente, sentimos que era mejor la fantasía que teníamos que la realidad de cuerpo presente. O tal vez, tomamos nota de cuan fantasiosa fue nuestra propia historia sobre el tema.

Con otro mazo de Tarot en junio 2024 desde la estación de Marsella.

Bueno, pero, aunque sea, quería una yapa. Como hago en casi todos los lugares que visito, ya tengo por hábito buscar si hay alguna librería esotérica donde conseguir algún nuevo mazo de tarot o bien algún libro de astrología.

Tenía anotada la dirección precisa de una tienda de tarot y allí me encaminé albergando la esperanza de encontrarme con algo equivalente a las reconocidas tiendas del Museo del Tarot en Barcelona y en Madrid, verdaderas “mecas” de visitas infaltables para los amantes de los arcanos. Pero, sabía a esta altura que no podía presuponer nada. Y claro, así fue.

Me encontré con un negocio, también en la misma zona del centro viejo de Marsella, que tenía un frente deslucido y no invitaba mucho a entrar. Igualmente, ya que estaba, no iba a dejarlo pasar. Y allí me encontré con un vendedor muy poco afable y que tampoco parecía muy ducho en sus conocimientos de lo que vendía.

Casi porque me resistía a irme con sabor a poco de ese lugar que figuraba entre mis más anhelados destinos para develar los misterios del tarot, opté por llevarme algo. Elegí un mazo y un libro del «verdadero Tarot de Marsella» sabiendo que solo era un título porque ya contaba con varias versiones posibles de ese mazo, pero el solo hecho de traerlo desde las propias entrañas marsellesas me justificaba esa “mentirita” que me hacía a mi misma.

Con el mazo del Tarot de la verdad, inspirado en el de Marsella, desde lo alto de Notre Dame de la Gare.

Y así fue como volví de ese viaje con la certeza de que Marsella es uno de los primeros nombres que aparecen al iniciarse en el estudio del tarot y, sin embargo, la ciudad, hoy, poco y nada dice ni da cuenta de ese gran caudal de historia retenida sobre su vínculo con los mágicos arcanos.

El fútbol, el puerto, el himno, las playas, la Basílica Notre Dame de la Gare, tal vez opacan su potencial de destino turístico ligado a la historia del tarot. ¿Mala suerte o buena suerte?

Quien sabe, mala suerte no encontrarme con lo que ingenuamente soñaba, buena suerte, la oportunidad de armar yo misma ese recorrido que nos sumergiría más plenamente en el entramado de los arcanos por las calles de Marsella.



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