Según estudios recientes en Argentina consumimos 114 gramos de azúcar diarios por habitante, cuatro veces la cantidad recomendada por la Organización Mundial de la Salud que va entre 25 y 50 gramos. Este exceso contribuye al crecimiento de la obesidad y las enfermedades crónicas no transmisibles (como la diabetes, el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y enfermedades cerebrovasculares), que son la primera causa de muerte en el país.
El aislamiento social preventivo y obligatorio, según especialistas del Conicet, agrava aún más el problema de la mano del sedentarismo, el hambre emocional y el desorden alimenticio. Por eso, esta edición de la “Semana de la NO dulzura” llega para alertar sobre esta otra pandemia de la que nadie está hablando, la obesidad y en particular la obesidad infantil.
Los orígenes
La “Semana de la NO dulzura” comenzó a celebrarse en 2019 durante la última semana de las vacaciones de invierno. La iniciativa surgió como un contrapeso de la famosa semana de la dulzura, que desde 1989 promueve el consumo de golosinas. Pasaron 30 años hasta que, con el impulso de numerosas empresas de alimentos, dietéticas, nutricionistas, personas comprometidas con esta causa, surgió esta otra semana que promueve todo lo contrario, el consumo de alimentos mínimamente procesados y moderados en azúcar en dietéticas, almacenes orgánicos o naturistas, verdulerías y supermercados. “La semana de la NO dulzura” coincide con la última semana de las vacaciones de invierno, cuando la población tiene más tiempo de cocinar, informarse y reeducar el paladar en familia.
“Esta iniciativa reúne a todos los ciudadanos que exigen vivir en un entorno más saludable y se preocupan por mejorar la alimentación. Somos diferentes hombres y mujeres y organizaciones participantes y cada uno difunde los mensajes que cree prioritarios con ese único fin”, afirman desde una organización y adelantan “este año contamos con una página web oficial (www.semanadelanodulzura.com.ar), donde pueden encontrarse contenidos de valor y consejos para grandes y chicos”.
Por ejemplo, Narda Lepes recomienda “tenemos que bajar nuestro consumo de azúcar, la que vemos y la que no vemos. Y sobre todo los niños no deberían consumir jarabe de maíz de alta fructosa, que es el peor tipo de azúcar. No digo dejar, no es “nunca nada”, pero bajar la cantidad, todos”.
Nito Anello, cofundador de zafrán – recetas honestas, pone el acento en el problema de la obesidad infantil “somos muchísimos los padres y madres que queremos que nuestros hijos e hijas crezcan con otros hábitos. No queremos que en los colegios las meriendas o los desayunos saludables sean la excepción, ni que los pediatras premien a los chicos con caramelos, ni que estén expuestos a miles de publicidades de ultraprocesados.Por eso apoyamos esta semana”.
Luciana Padduano, Lic. en Nutrición (M.N 2731), miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Argentina de Dietistas y Nutricionistas Dietistas, explica que “la accesibilidad y el precio del azúcar llevaron a la industria a construir sobre sus cimientos innumerables comestibles. Después de los 6 meses, ayudados por la fácil digestión y la desmesura de su sabor dulce, estos productos azucarados comienzan a construir un patrón alimentario que desemboca en sobrepeso y obesidad infantil. En Argentina el exceso de peso entre los menores de 2 años es del 25,2% y la de niños y niñas de entre 2 y 5 años es del 29,4%”.