Después de la versión edulcorada de cocacolero que fue Flash, hacía falta un derroche de testosterona como Rubén Bernal para volver a iconizar al viril cocacolero de las canchas. El actor (¿un cocacolero de verdad?) entretiene, emociona y hasta ratonea con los malabares de sus bandejas (mejor no hablar de lo que se ve en 0:40). Bernal se vende y vende su marca mientras genera en el espectador amores y cachondeos. Nos alegramos de su triunfo, de su vuelta, conocemos su carrera y su sacrificio. Y cuando lo vemos trabajar, ágil y sudoroso en las gradas, nos da unas ganas bárbaras de tomar una Coca bien fría.
Después de la versión edulcorada de cocacolero que fue Flash, hacía falta un derroche de testosterona como Rubén Bernal para volver a iconizar al viril cocacolero de las canchas. El actor (¿un cocacolero de verdad?) entretiene, emociona y hasta ratonea con los malabares de sus bandejas (mejor no hablar de lo que se ve en 0:40). Bernal se vende y vende su marca mientras genera en el espectador amores y cachondeos. Nos alegramos de su triunfo, de su vuelta, conocemos su carrera y su sacrificio. Y cuando lo vemos trabajar, ágil y sudoroso en las gradas, nos da unas ganas bárbaras de tomar una Coca bien fría.