En el Congreso de la Nación se debate una iniciativa para revertir los efectos de la contaminación que generan los envases desechables sobre el medio ambiente y la salud.
Los argentinos desechamos 12 millones de botellas por día que, en su inmensa mayoría, tuvieron un único uso. Esta impresionante cantidad de plástico contamina nuestros suelos y océanos con un impacto que trasciende las fronteras y condicionará la vida de varias generaciones. Pero algo está cambiando: en el Congreso Nacional ya se discute un proyecto para prohibir aquellos envases que van a parar a la basura inmediatamente después de utilizarlos.
Convocado por la diputada Brenda Austin, la Cámara Baja llevó adelante el primer “Conversatorio sobre la prohibición de plásticos de un solo uso”, una iniciativa que busca sentar las bases hacia una política de consumo responsable.
Según se reflejó en el debate, estos recipientes tienen un promedio de utilización de 20 minutos y tardan entre 150 y 500 años en desaparecer completamente, lo cual explica las 79 mil toneladas de plástico que flotan hoy en el océano Pacífico, conformando un área de 1.6 millones de km².
En la Región ya existen proyectos como este. Por ejemplo, en Costa Rica se está trabajando en nueva legislación para restringir la comercialización de plásticos de un solo uso para 2021. Por su parte, el distrito de Providencia, en la capital chilena, aprobó una normativa en esta dirección, mientras que Uruguay limitó por Ley el empleo de bolsas plásticas descartables y varios grupos de activistas proponen extender la medida a todos los plásticos de un único uso.
“A nivel mundial, se estima que el consumo de plástico ronda las 320 toneladas por año, con un incremento del 900% en las últimas 4 décadas. Y todavía hay algo más preocupante: alrededor del 60% de estas bolsas, latas, botellas y otros envases es menos denso que el agua del mar y, por lo tanto, al introducirse en los océanos, es trasportado y fragmentado con mucha facilidad, ampliando su efecto contaminante tanto en la superficie marina como hacia las más de 500 especies de animales que habitan estos ecosistemas” informó Javier Calandrelli, Country Manager de SodaStream, una empresa que fabrica máquinas para hacer soda casera y que lucha contra el plástico de un solo uso.
Al igual que las botellas, los sorbetes han sido protagonistas negativos para el medioambiente. Junto a la actual propuesta que surgió desde el Congreso, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires rige una limitación en el expendio de sorbetes desechables, dado que estos plásticos producen dos toneladas de residuos de único uso y componen las más de 150 toneladas de basura plástica que hay en la Capital Federal. Distritos como Bariloche, La Costa y otros centros de gran afluencia turística estudian medidas similares.
Calandrelli también señaló otro punto importante sobre la concientización del uso de estos materiales, y son los microplásticos.
“Un gran porcentaje del plástico que termina en nuestros mares son consumidos por los animales que ahí habita y, por lo tanto, también por nosotros”.
Un estudio reciente de la Universidad de Newcastle, Australia, reveló que una persona ingiere un promedio semanal de 5 gramos de microplásticos, es decir, el equivalente al peso de una tarjeta de crédito. Indetectables al ojo humano, se hallan en el intestino de peces o crustáceos que luego comemos, así como en el agua potable embotellada que, de acuerdo con una investigación de la Universidad del Estado de Nueva York, en el 90% de los casos contiene estas partículas. Cerveza, azúcar, sal y miel también registraron su presencia. Las consecuencias sobre la salud podrían ser devastadoras y cada vez son más las naciones que se hacen eco y toman conciencia de que revertir este proceso ya no es solo una opción.